De purpu
Purpu es un color y no es el púrpura. Es el color con el que ha decidido mi hija de cinco años pintar su vida. Y es purpurina. Que nadie venga y se lo joda.
¿De qué color te gusta este vestido? De purpu.
¿Las zapatillas? con un poco de purpu.
El dibujo no está terminado hasta que no le hemos puesto nuestro toque de purpu.
Y oye, que a mí me gusta. En el suelo de mi casa no soporto una sola miga, las detesto y detecto a distancia, igual que los pelos (herencia de mi madre que tiene un radar exquisito para dicho menester). Pero lo brillante, la purpurina de los trabajos del cole de mis hijas, de sus horquillas y diademas… ¡venga y que me inunden la casa, el suelo y el sofá!
En Navidad, qué queréis que os diga… ya la cosa se vuelve peligrosa. Puedo amanecer con la cara llena de brillantina como si me hubiera dado un revolcón con el paje real de la purpurina. Verídico.
Y, vamos a ver… Digo yo, ¿qué hay de malo?
Vamos a dejar a nuestras niñas y niños (por favor también ELLOS) que brillen todo lo que quieran, no les quitemos el brillo nosotros. Al contrario, animémosles a brillar, enseñándoles que para que uno brille no hace falta apagar a otro.
Hay purpurina para todos, de mil colores y formas.
Te puede gustar el brilli brilli sin ser urraca. Puedes resplandecer y contagiar.
Porque la purpurina se expande, se viraliza y te la encuentras en los lugares más insospechados, ahí donde limpiaste mil y una vez, pasaste la aspiradora después de guardar el espumillón el 7 de enero. Ahí, sí, ahí, vuelve a aparecer y es… fantástico.
Me encanta que a mi hija le guste el brilli brilli, las cosas bonitas y bien hechas (bien hecho no quiere decir perfecto). Alguien dijo por ahí que las estrellas son accidentes galácticos y a ver qué hay más bello que una noche estrellada.
No sé si es genético como algunos dicen ni me importa, pero adoro el «si es rosa y brilla, lo quiero» de mi adorada Vecina Rubia. El arcoíris no tiene sólo siete colores, también hay otro, el purpu, que según el día adquiere una u otra tonalidad.
Los unicornios de verdad llegaron antes que las compañías tecnológicas de más de mil millones de dólares. ¡Ah y gran revelación! Existen los helados de unicornio (en serio, apuntad c/Pez número 2 en Madrid) y están buenísimos, porque saben a fantasía e imaginación.
Demos a nuestros hijos una infancia de purpurina para que cuando pierdan la inocencia, que la vida les va a arrebatar sin remedio, se pongan un machete entre los dientes color rosa brillante o cómo les dé la real gana, que les permita ir apartando la maleza y encontrar siempre la luz.