El tacto del verano
Los cinco sentidos del verano.
El tacto.
Tócala otra vez Sam. Play it again, Sam.
Acaricia las teclas del piano.
Tira los dados. Están helados. Roll the dice.
Posa tus dedos en los bordes mojados de esa copa fría.
Ponte la mascarilla. Deja que esculpa tu cara desde la nariz a la barbilla. Es un seguro de vida, una garantía para tocar a los que quieres. Mañana.
Siente tus pies descalzos en el césped húmedo. Mételos en el río, en tu río, las piedras redondas chocan en tu planta.
Siente la tierra. La lluvia de verano en tu piel. Respira. El aire entra y acaricia cada una de tus células. Contacto.
La arena blanca de las Playas de Cádiz se funde en tus dedos, se escapa como en un reloj de arena.
El verano es piel y calambre como diría Jesús Terrés. Es pasar las hojas de su @nadaimporta y rozar pedacitos de tu verano.
Es palpar, rasgar, tantear.
Es correr a la toalla y mojar con tu pelo la portada de la Súperpop, notar cómo se queda acartonada y arrugada como sus consejos de amor.
El verano es el tacto fresco de las sábanas blancas envolviéndote con la brisa de la mañana.
Es zambullirte y que el agua te abrace.
Es sudor y pecado (para algunos).
El beso es táctil. No es analógico. No es digital. No es un corazoncito saliendo de una cara sonriente amarilla.
El verano es arrullar y besar debajo del limonero.
Besemos.