Libros que me quiero leer (postcuarentena y estado de alarma)
Si Encarna hubiera nacido en París, hoy sería una de esas #mujeresquecompranflores en Montmartre. Pero no, ella había nacido en Madrid y las compraba en Chamberí para llevarlas a La Almudena, cada mes, a su marido.
-Mamá, cómprate flores para ti. Papá no las necesita – decía su hijo.
Sin embargo, ella seguía puntual el primer jueves de cada mes dejando secar margaritas blancas y azules en una tumba.
Excepto hoy. Porque estaba confinada.
Ahora todos los jueves se quedaba en la cama más tiempo. Para qué madrugar si #lavidanormal que conocía se había ido por el desagüe como si fuera agua sucia. Ahora tenía que empezar a ensayar una nueva normalidad sin saber qué demonios sería eso. Era como adentrarse #eneljardindelogro.
En su duermevela soñaba con unos tiempos lejanos en los que viajaba a París en un cochecama desde Madrid y el ferrocarril, con su magia, la despertaba horas después para desayunar croissants en la ciudad de la luz. Entonces #conelamorbastaba.
Pero ahora no era #elsonidodeuntrenenlanoche lo que la despertaba, sino el teléfono. Alargó la mano para descolgar, no sin antes notar el hueco de la cama.
Era su hijo.
¿Cuándo se habían intercambiado los papeles?, ¿cuándo había dejado ella de ser la pesada que cuidaba para pasar a ser la cuidada?
Parecía que su hijo se había transformado de repente y a sus 42 años hubiera dicho #hastanuncaPeterPan. No soportaba su tonito paternal, aunque sí sentía cierto placer maligno al notar su preocupación y miedo por si enfermaba por el bicho.
Le dijo sí a todo y cortó rápido. Le había fastidiado su viaje parisino y ya no podía estar más en la cama.
Es una lástima no vivir la felicidad, solo recordarla. Ahora volvería atrás y saborearía cada segundo en aquel tren. Viviría #acorazonabierto. Siempre. Como si no hubiera mañana. Porque el mañana era incierto y a veces absurdo.
Subió las persianas . Volvía a llover. Abrió las ventanas y dejó que el olor a lluvia entrara a raudales.
Se le ocurrió que sería un buen momento para limpiar la biblioteca del salón atestada de polvo. Así tendría la mente ocupada.
Cada uno de los títulos le recordaba un momento concreto de su vida que nada tenía que ver con el argumento del libro. Tomó uno de ellos y acarició su lomo. Era uno de los que le había regalado su marido antes del accidente. Nunca lo leyó. Hacía tiempo que la lectura había pasado a ser un lujo sólo apto para ricos en alegrías. Se sentó a ojearlo. “El libro es una extensión de la memoria de la imaginación”, leyó. Sabía perfectamente de quién era esa frase.
Miró con culpabilidad los paquetes sin abrir que su hijo le enviaba. Un libro cada semana. Su cotidianidad. Antes. Antes de todo. Tomó uno de esos libros. Sonrió, dejó el trapo del polvo a un lado. Por un momento, se sintió otra vez poderosa. Viva. Tal vez era un buen momento para empezar de nuevo. Leer de nuevo. Sentir que aún podía tener #elinfinitoenunjunco.
Listado de títulos y autores:
- Mujeres que compran flores de Vanessa Monfort
- La vida normal de Dulce María Cardoso
- En el jardín del ogro de Leila Slimani
- Con el amor bastaba de Máximo Huerta
- El sonido de un tren en la noche de Laura Riñón
- Hasta nunca Peter Pan de Nando López
- A corazón abierto de Elvira Lindo
- El infinito en un junco de Irene Vallejo